Cuando perdemos un bebé la soledad inunda nuestro cuerpo,
nuestro corazón y nuestra alma. Nuestro bebé, el ser vivo con el que más
intimidad hemos compartido en nuestras vidas (además de sus hermanos, si con
anterioridad estuvimos embarazadas) se ha marchado. En nuestro físico, en
nuestro cuerpo, sentimos esta pérdida como un abandono, un quebranto, una ruptura de la unidad
simbiótica entre madre e hijo. En lo emocional, esta separación nos deja
derruidas, vacías, huecas. Nuestra entidad, nuestra identidad desaparecen
devastadas ante el impacto de la pérdida de nuestro bebé, de nuestro yo.
La sensación de soledad, opresora, se apodera de nuestro día
a día. Nos sentimos tan solas, tan abandonadas, tan desgraciadas, tan
incomprendidas por nuestra pérdida.
Si nuestras parejas nos apoyan esa sensación se alivia en
algo. También la presencia de otros hijos nos distrae por momentos de nuestra
pena. Sin embargo, siempre hay instantes del día, de la noche, en los que
sentimos la opresión de la pena y la soledad de nuestro cuerpo y de nuestra
alma.
Desde aquí quería decirte que en lo
más triste del día, de la noche, recuerda, no estás sola. Muchas Mamás, muchos
Papás, muchos niños y niñas, te acompañamos, hemos pasado por una experiencia
similar a la tuya, te apoyamos, te comprendemos y te enviamos todo nuestro Amor
y nuestro arropo.
Para esos momentos en los que te
sientas sola te tendemos nuestras manos, nuestros brazos y te enviamos un hilo
de Amor para tu corazón, para tu alma herida. Recoge todo ese hilo en tu
interior, y cuando te sientas preparada, une los dos lados de la grieta de tu
alma con él.
Recuerda, no estás sola, cada Mamá, cada Papá, cada hijo e
hija que hemos pasado por un trance similar al tuyo te enviamos un hilo tejido
con todo nuestro Amor, nuestro arropo y nuestro cariño, para hacerte compañía, para arroparte, para aliviar tu sensación de soledad.