lunes, 7 de abril de 2014

Reencontrarnos con nuestro cuerpo




Cuando perdemos a nuestros bebés nuestro mundo, en una fracción de segundo, se derrumba. Sentimos que nuestras vidas se paralizan y que nosotras, física y emocionalmente, desaparecemos.

No podemos, ni somos capaces, de reaccionar. Notamos hambre, pero no queremos comer. Advertimos  nuestros cuerpos agotados y agarrotados, pero no deseamos cerrar los ojos y entregarnos a un sueño cargado de pena, recuerdos y pesadillas. Nuestros pensamientos, recurrentes, siempre acaban vagando alrededor de las mismas ideas, de la pena, del insondable dolor.

En estas circunstancias, tras la reciente pérdida de nuestros bebés, nos vemos incapaces de concentrarnos en otras actividades, ideas o planes. Sólo existe el pasado, el presente nos abruma y el futuro lo sentimos vacío e imposible.

Estas sensaciones llenas de inactividad y desgana, nos mantienen ancladas, atrapadas en la apatía durante semanas o meses. Para comenzar a ponernos en movimiento, para lograr asumir nuestra pérdida y de esta forma, poder encontrarnos con nuestro presente y desear tener un futuro, resulta esencial recuperar nuestros cuerpos, reencontrarnos con ellos para reestablecer tanto con nuestro yo físico, como con nuestro yo emocional, una relación positiva y de reconocimiento.

El sentimiento de culpa que nos abruma durante un largo periodo del duelo, del que ya hemos hablado en otros artículos, no sólo lo experimentamos en el plano emocional, sino que también lo trasladamos al plano físico. Como consecuencia de la proyección de la culpa hacia nuestro cuerpo, muchas madres que hemos sufrido pérdidas, establecemos tras estas, una relación compleja con nuestro organismo, de no aceptación, como si inconscientemente, le culpáramos de lo sucedido.  

Todas tenemos que tener bien claro, independientemente de cómo sobrevino la pérdida, que ni nuestros cuerpos, ni nosotras, somos culpables de lo sucedido. En la vida existen, y se dan, circunstancias muy duras y adversas y por desgracia, a nosotras nos ha tocado vivir una experiencia extrema de la que nadie tiene la culpa.

Para superar esta culpa inconsciente que nos empuja a rehuir y no aceptar nuestro cuerpo, tenemos que reencontrarnos, o encontrarnos, con él. Aprender a conocerlo, a respetarlo, a cuidarlo con mimo, con cariño y con Amor. A medida que recuperemos la relación con nuestro organismo, y establezcamos con él un vínculo positivo, le estaremos proporcionando paz a nuestro espíritu, y a nuestro yo consciente e inconsciente.

Tenemos que volver a conocernos, apreciar nuestro nuevo yo, la nueva mujer en la que nos hemos convertido y transformado tras haber sufrido un terrible trauma.
Para facilitar este reencuentro con nuestro cuerpo, para renovar, o recuperar, la relación con nosotras mismas, me gustaría recomendaros dos actividades que me parecen especialmente apropiadas para nuestras circunstancias: el baile del vientre y el Yoga (en especial el Kundalini).

Ambas actividades, nos ayudan a conectar con cada músculo de nuestro cuerpo, con cada hueso de nuestro cuerpo, con cada forma de nuestra femineidad relacionada con las circunstancias que acabamos de vivir: pelvis, caderas, útero, perineo, pechos, barriga … también cabeza, piernas, brazos, manos, pies, músculos, huesos…Todo nuestro cuerpo entra en movimiento de nuevo.

Nuestro útero, donde estuvo cobijado nuestro bebé, aún sigue ahí, debemos reintegrarlo en nuestra identidad, debemos volver a Amarlo y sentirlo parte de nosotras. Algunas madres, volvemos a desear que se llene de vida, por nosotras, y por nuestros futuros bebés, tenemos que mantener una relación sana y positiva con nuestro útero. También, con nuestra pelvis, con nuestras caderas, nuestros pechos, etc.

Las Mamás que no vayamos a tener más hijos, también tenemos que recuperar la relación positiva con nosotras mismas. Tenemos que volver a sentirnos vivas, tenemos que recuperar las ganas de bailar, movernos, agitar nuestras caderas, liberarnos de la apatía a través del movimiento.

Todas las mamás que hemos sufrido una pérdida, tenemos que volver a amar nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestro yo corporal y nuestro yo emocional.

Para ponernos de nuevo en movimiento, tenemos que empezar por ponernos en pie y dar un primer paso, luego otro, otro, otro …

Cuando te sientas preparada y con fuerzas, vuelve a poner en movimiento tu cuerpo y recupera tu relación con él.