martes, 8 de julio de 2014

Nombrar la muerte


Hace unos días entablé una interesantísima conversación con una desconocida. En un momento dado, señalando a mi niña, me preguntó si no tenía más hijos. Le contesté, que había tenido otra niña, pero que había muerto muy chiquitita.

La respuesta que le di a la chica me sorprendió. Por lo general, cuando hablaba de mi pequeña Luna, siempre solía decir que había perdido una hija, que se había marchado, que se fue, pero nunca había pronunciado en voz alta la palabra "muerte" para referirme a ella y menos, delante de una persona con la que no me unía ningún lazo de amistad.

Por supuesto, soy consciente, desde que sucedió, de que mi hija ha muerto, pero, supongo que decirlo de viva voz, pronunciar la palabra "muerte", me resultaba demasiado crudo, demasiado duro. Ahora, comprendo que poder hablar y nombrar la muerte de nuestros hijos forma parte del proceso del duelo. Tenemos que estar emocionalmente preparadas para poder pronunciar una palabra tan tabú y de consecuencias tan definitivas.

Más de una vez, he leído reproches o incluso me han preguntado que porqué las Mamás y Papás del Agua buscamos otras formas de nombrar la muerte. (Parece que al no estar nuestro duelo reconocido, siempre tengamos que estar justificándonos, incluso, somos censuradas por no poder pronunciar, verbalizar, una realidad tan desoladora como la muerte de un hijo.)

Para nombrar la muerta, máxime de nuestros bebés, tenemos que sentirnos con la fuerza emocional suficiente como para poder hacerlo. Lo haremos, pero sólo cuando nuestro consciente y nuestro inconsciente estén preparados para poder asumir la realidad de que nuestro bebé murió.

La partida, la marcha, la pérdida, de alguna forma nos parecen temporales. Cerramos los ojos, nos dormimos y anhelamos que a la mañana siguiente, al abrirlos, todo haya sido una pesadilla. Soñamos, con que nuestro bebé siga ahí en nuestras entrañas o ya haya crecido y esté revoloteando a nuestro alrededor jugando y riendo. Sin embargo, no está ahí, se marchó, partió, se fue…por desgracia, murió.

Asumir la muerte y más de un hijo, conlleva mucho tiempo, mucho esfuerzo, muchos procesos conscientes e inconscientes. Una vez más, tenemos que pedir respeto, pedir que no nos juzguen y que nos dejen vivir los tiempos de nuestro duelo sin presionarnos, sin forzarnos.

Por supuesto que sabemos que nuestros pequeños han muerto. Pero, una cosa es saberlo y otra es asumirlo y estar preparada para verbalizarlo.


Texto: Elena Mayorga