martes, 18 de junio de 2013

Visualización guiada “Momentos para la serenidad" (Podcast)



Tras la pérdida de nuestros bebés, a todo el dolor físico y emocional que sentimos, se le une una intensa actividad mental que, durante días o semanas, nos impide poder dormir o descansar adecuadamente. La preocupación, la tristeza, el repaso a todos los acontecimientos vividos nos abruma de tal forma que casi nos resulta imposible encontrar, durante el día o la noche, pequeños instantes de reposo, de sosiego.

Pensando, precisamente, en ayudarte a hallar, entre tanta tensión y dolor,  un tiempo de descanso y calma, he concebido y grabado, esta visualización guiada para ti.

Busca un lugar donde estés tranquila, siéntate cómoda y regálate estos minutos de relajación. Todas necesitamos descansar el cuerpo y la mente para recuperar fuerzas y así, poder afrontar nuestro duelo con mayores recursos físicos y emocionales.

Esta visualización guiada, también está pensada para que seas consciente de que no estás sola atravesando este durísimo lance. Muchas Mamás, muchos Papás, tenemos historias parecidas y queremos enviarte todo nuestro arropo, nuestro cariño y nuestro apoyo.

Para escuchar o descargarte el Podcast pincha en el siguiente enlace:

Momentos de serenidad

sábado, 15 de junio de 2013

Daniel, Niño del Amanecer



Daniel nació como un bebé mamífero, libre e indómito. Nació sin imposiciones, sin restricciones, gozando de su tránsito, de su camino, de su condición, de su Ser.
Daniel nació, mamó, se dejó arrullar, mimar, oler, besar, acariciar y Amar.
Daniel Amó, fue Amado y siempre será Amado, con un Amor eterno, creciente, expansivo y puro.
Daniel nació y al poco, se marchó.
La maternidad, la paternidad, el Amor fraternal, a veces toman vías intransitadas por la mayoría de las familias. En el lugar del gozo, de las ilusiones, del futuro, se imponen el dolor, la pena, la angustia, el ayer y el recuerdo.
Sin embargo, esto sólo ocurre durante un breve lapso temporal, aunque el dolor y la pena siempre estarán ahí, la marcha de los Niños del Agua, de los niños del Amanecer, como Daniel, al cabo, se transforma en bondad, empatía, generosidad y en un derroche de Amor hacia el resto de la humanidad.
Carmen, José, Pablo, la Mamá, el Papá y el hermano de Daniel son una inspiración para todas las personas que tenemos la suerte de conocerles. A pesar del duro tránsito que están atravesando, siempre tienen una mirada cariñosa hacia todo el mundo, una buena palabra, un gesto amistoso y un Amor generoso e ilimitado para repartir y ofrecer.
Daniel, su bebé, siempre estará en sus corazones, en los nuestros, recordándonos que no debemos juzgar, que el tiempo es sólo una entelequia a la que vence el Amor. Todos somos Uno bajo el sol, bajo, la Luna, bajo las estrellas. Los del ayer, los del hoy, los del mañana, todos los seres somos Uno.

Queridos Carmen, José, Pablo y Daniel, gracias. Gracias, por mostrarnos el camino de la bondad, de la generosidad, del Amor puro, desinteresado, Universal. Gracias.

Con todo mi Amor, cariño y admiración,

Elena

A continuación os dejo el conmovedor escrito en el que Carmen, la Mamá de Daniel, relata la historia de su bebé del Amanecer.
Para saber más de esta maravillosa familia podéis visitar su blog http://remamaradentro.wordpress.com


DANIEL
MI NIÑO DEL AMANECER

El 29 de abril de 2012 mi esposo y yo comprobamos con gozo que yo estaba embarazada, sería nuestro segundo hijito/a. Al primero que hicimos partícipe de esta buena noticia fue a nuestro hijo Pablo, que ahora se convertía en hermano mayor.
El embarazo fue un tiempo hermoso personalmente, como pareja y en familia. Estábamos llenos de alegría por tener otro hijo, además ilusionados de tenerlo en otro país, Perú. Superé la nostalgia de la tierra, de la familia y los amigos que sentimos los extranjeros cuando vivimos momentos tan transcendentes lejos del hogar. Me preparé, nos preparamos, y nos rodeamos aquí de gente maravillosa que nos acompañó.
Encontramos un equipo de profesionales que trabajaban para hacer partos respetados. Ellas me hicieron todo el seguimiento de mi embarazo. Como todo transcurrió sin ningún problema decidimos parir en casa.
A las 39 semanas y dos días de gestación me puse de parto. El día 22 de diciembre por la mañanita eché el tapón mucoso. Estábamos serenos y felices. El día anterior el ginecólogo me había hecho una ecografía y nos había dicho que estaba todo bien. Avisamos a nuestras familias y amigos de España que encendieron sus velitas para acompañarnos. Llamamos a la matrona para que estuviera preparada y avisara al resto del equipo, una médico y dos doulas. Pasamos el día tranquilos, preparamos las cosas que necesitábamos para el parto en casa, bailamos, nos tomamos fotos… que poco quedaba ya para que Daniel naciera y estuviéramos los cuatro juntos, de otra manera… Jose, mi esposo, preparó un rico puchero, con hueso de jamón que nos había mandado mi madre, así nos sentiríamos un poco más cerquita de nuestra tierra.
Habíamos preparado a Pablo en el caso de que estuviera despierto durante el parto. Almorzamos juntos y después Pablo se quedó dormido. Jose y yo pasamos la tarde tranquilos, las contracciones cada vez eran más fuertecitas y seguidas. Avisamos a la matrona y todo el equipo llegó a las 11 de la noche. Pablo se despertó a esa hora. Jose le dio de cenar con ayuda de las doulas. Me exploró la matrona y estaba ya de 5 cm de dilatación.
Estábamos en mi habitación, rodeada de mi música y bajo la luz de las velas que me habían mandado desde España mis queridas mujeres, madres y hermanas del corazón.
Mi esposo me susurraba al oído, me acariciaba y me daba masajes. Yo iba cambiando de postura y recordaba eso que me habían dicho para mi primer parto: “cada contracción una menos para verte”. Pablo terminó de cenar y también se vino a la habitación a acompañarnos, me daba besitos y me acariciaba. A las 2 y 14 de la madrugada del día 23 de diciembre de 2012 nació mi pequeño Daniel. Lo recibió su padre y me lo pasó a mi, lloró un poquito. Tenía sus ojos abiertos, eran color de cielo. Me lo pusieron al pecho. Al poco empezó a mamar en mi pecho izquierdo. Pablo que estaba a mi otro lado mamó también un poquito del derecho. Qué felicidad más grande, mis dos hijos en mi pecho, bajo mi regazo.
Daniel siguió en mi pecho. Pablo cortó el cordón umbilical en un gesto que llenó el ambiente de más ternura aún y que nuestro hijo no olvidará nunca. Alumbré la placenta sin dificultad. Daniel se había quedado dormido. A las 4 de la mañana la matrona, que había estado cosiéndome los puntos, lo notó demasiado quieto. Cogió a Daniel y lo vió raro, demasiado dormido. La matrona, junto a la doctora, lo auscultaron, parecía que su corazón no latía… Empezaron a  reanimarlo. Avisaron a mi esposo que estaba en el salón llamando a nuestras familias de España diciéndoles que todo estaba bien. Jose también ayudó en la reanimación. Yo no paraba de rezar. Después de una media hora de reanimación, no se pudo hacer nada más. Estaban saliendo los primeros rayos de sol, mi esposo me cogió de la mano con nuestro hijo Daniel en brazos y empezó a rezar: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz”…
En ese momento no pude llorar, mi cuerpo tenía demasiadas endorfinas… Solo me decía a mí misma que la muerte no podía tener la última palabra y que el AMOR era más fuerte.
Después vino la locura de tener que tomar decisiones tan duras sobre cómo y dónde enterrar a nuestro hijo y fueron muchos los horribles trámites que tuvimos que hacer. En todo ese huracán recuerdo como un bálsamo en mi alma rota, el grito de desgarro y de dolor de mi madre cuando la llamé por teléfono para decirle la noticia. Ella expresó, le puso voz, a mi dolor. También guardo como tesoro en mi corazón las palabras y la cercanía de Isabel, la que iba a ser, la que realmente es, la madrina de mi hijito Daniel. Ella a pesar del desconcierto tan grande se tumbó a mi lado en la cama y me dijo: “cuéntame tu parto”. Me ayudó a conectarme con la grandeza y el milagro de la VIDA.
No me quise cortar la leche porque para mi significaba negar lo que había pasado: yo había parido… Además, mi hijo mayor Pablo seguía tomando pecho, no le iba a quitar el pecho de esa forma tan traumática. Pablo mamaba y me aliviaba, pero él no podía hacerse cargo de tanta leche. Con mucho dolor, sobre todo en el alma, me tenía que levantar por las noches para vaciarme un poco los pechos. Fueron momentos muy duros, muy dolorosos, pero poco a poco fueron pasando los días lentamente.
Con el paso del tiempo, el mucho dolor que hemos vivido se está transformando poco a poco en paz. Su lugar nunca nadie lo podrá ocupar y mi amor por Daniel, mi niño del amanecer crece cada día. Poco a poco vamos aprendiendo a dejarnos querer también por Daniel, que en la “otra orilla” nos espera. Como me dijo una querida amiga, nuestra maternidad es una “maternidad diferente”. Nuestros niños del agua y del amanecer, en su corta vida, nos traen un mensaje de amor y esperanza y son un puente entre el mundo visible y el invisible, entre el cielo y la tierra. Desde la “otra orilla” nos susurran, nos hablan al corazón…, ojalá nunca dejemos de escuchar su voz.



Carmen Mª Martín Cortés
Arequipa, 4 de junio de 2013