Muchas veces los niños, muy permeables y emocionales, tras
la pérdida física, son conscientes de que algo no va bien, aunque los
progenitores no hayan encontrado el momento adecuado para contarles lo
sucedido. Ven a sus padres preocupados y notan que pasa algo grave. Si se les
niega y oculta lo ocurrido, lo único que se consigue es causarles angustia,
ansiedad y sufrimiento, incluso en ocasiones, sentido de culpabilidad.
Cada familia, tiene sus propias experiencias y
circunstancias, pero lo más recomendable para los otros hijos es que se les
cuente la verdad y, por supuesto, en todos los casos, incluso si la pérdida ha
sido de pocas semanas. Aunque el embarazo, por desgracia, no se haya alargado
mucho en el tiempo, la ilusión y el Amor por el bebé es igual de grande en
todas las familias y el duelo va a tener que ser elaborado de igual forma. El
dolor no puede cuantificarse y medirse por cantidades, es un sentimiento y
siempre es intenso y duro.
Y
¿cómo hablarlo? De forma sencilla, con palabras claras y adaptando la
explicación a la edad y la idiosincrasia de cada niño.
Lo
ideal sería que lo contarais la madre y el padre, si no puede uno, el otro, si
no os encontráis con fuerzas, pidiendo ayuda con su presencia a la Doula, a un
familiar, a un amigo muy próximo a los niños, en casos extremos a un psicólogo
especializado en pérdidas.
Cuando
se lo comentéis a los niños, no es necesario que os retengáis, llorad si lo
necesitáis, habladle de vuestra pena, de vuestros sentimientos. Ellos también
se van a sentir muy tristes y necesitan comprender que no es nada malo, ni
extraño, que todos lo estáis pasándolo mal porque esperabais con mucha ilusión
a vuestro bebé y este, no ha podido vivir una vida fuera del útero.
A
veces, el niño se entera sin más de la pérdida, o bien porque estaba allí
cuando ocurrió, o porque estaba presente en el momento de comunicarla el médico
o bien por otros motivos. En estas ocasiones, lo único que podemos hacer es
acompañarnos todos en nuestro dolor. Todas las personas implicadas en el
embarazo se deshacen en jirones emocionales al conocer la noticia, no hay
solución, ni escapatoria, lo único que podemos hacer para asumir nuestra
pérdida es unirnos y apoyarnos, hablar, abrazarnos y llorar juntos.
El
día en el que detectaron las malformaciones fatales de nuestra pequeña Luna
todos los miembros de nuestra pequeña familia estábamos presentes. Fuimos a
revisar su corazoncito para ver si el pequeño defecto que habían detectado en
la semana 20 se había resuelto y nuestra hija mayor, Adriana, entró con
nosotros en la prueba, como en todo el embarazo, quería estar presente en todo
el proceso. Todos pensábamos que nuestra bebé uterina estaba sana y bien, ni
nos planteamos que pudiera ocurrir el fatal desenlace que con posterioridad
vivimos. Pero las noticias fueron catastróficas, su corazón estaba
irremediablemente dañado y así nos lo comunicó la doctora, no había esperanza,
ni solución. De esta forma tan abrupta se enteró su hermana de que la bebé
soñada, su compañera de juegos no iba a poder vivir. Tanto la doctora como
nosotros estábamos en estado de shock y, en el momento, no supimos reaccionar.
Así se enteró Adriana de nuestra desdicha, al tiempo que nosotros.
Cuando
llegamos a casa, el estado emocional de los cuatro era penoso. Adriana, por lo
general una niña tranquila y dulce, se puso durante media hora a tirar todos
sus juguetes por todas partes, a lanzarlos con rabia. Nosotros la acompañamos
en silencio, ella era más valiente que nosotros y estaba comenzando a elaborar
su duelo. Después, lloró amargamente durante más de una hora y al finalizar, le
hizo un dibujo a Luna en su pizarrita magnética y nos dijo que se había
despedido de ella. Nuestra pequeña, con tres años recién cumplidos nos dio una
lección de fuerza y valentía. Sabía que la hermana físicamente no podía vivir y
nos dijo que la pequeña Luna no podía nacer. Los niños son muy fuertes y
sabios.
La
muerte está ahí, no la podemos negar. Nuestra sociedad la oculta e intenta
hacer de ella algo invisible para la mayoría. Sin embargo, todos sufrimos la
pérdida de seres queridos, a veces, demasiado pronto, como en el caso de los
Niños del Agua que se marcharon habiendo conocido sólo la vida acuática del ser
humano.
Como
padres, tenemos la responsabilidad, para con nuestros otros hijos, de
acompañarles de forma franca y honesta en su proceso vital. Debemos ayudarles a
comprender la verdad, a aprender, todos juntos,
a asumir la ausencia de nuestro amado bebé y a afrontarla, pasando todos
un proceso de duelo sano y necesario en el lloremos, en el que hablemos de
nuestro pequeño que se marchó, de cómo lo queremos, de todo lo que hemos
aprendido con su presencia, del Amor, de la vida, de la muerte.
Gracias por la reflexión, me parece genial. Tan sólo añadir que hay que tener un poco de cuidado en los ejemplos, comparaciones o analogías que les ponemos a los niños. Como cuando se dice: "se ha ido al cielo" o "ahora es un ángel"... Estas fórmulas pueden ayudar a los adultos pero pueden despistar mucho a los niños. Puede que el niño, si no se le explica bien y si nuestras creencias no van acompañadas de respeto y claridad, podemos encontrar a los niños mirando al cielo para ver si detrás de una nube ven a su hermanito o si lo va a agtropellar un avión...
ResponderEliminarMuchos saludos y gracias de nuevo.
Muchas gracias por tu comentario, y tu reflexión Meji. Desde luego al hablarle de la muerte a los Niños hay que tener en cuenta la edad, su capacidad de comprensión y que ellos tienen su propia visión de todos los acontecimientos que viven. Según la familia, se le contarán unas creencias u otras, pero como bien apuntas, hay que hacerlo de una manera clara, no fantasiosa y que no conduzca a imágenes como las que comentas que los niños pueden llegar a pensar.
EliminarUn abrazo,
Elena
Hola Elena,
ResponderEliminarEsta brillante reflexion es muy util a la par que muy sincera. Ojala todo lo dicho en ella pudiera ponerse en practica, porque en mi experiencia como voluntaria he visto que los padres debido a una actitud muy proteccionista para con los hijos no tienden a hablar del tema, ocultandole incluso el fallecimiento de familiares adultos.Piensan con esta actitud que no van a lastimar al niñ@, pero a la larga causan un verdadero daño emocional ya que los ninos se enteran por otras vias y notan, ademas, que algo no va bien.
Lo ideal seria que los padres se sentaran a hablar con los niños y con las palabras acertadas explicaran lo que ha pasado, y si es necesario llorar, para empezar a transitar este complicado camino que es el duelo.
Un abrazo
¡Hola Isolda!
EliminarMuchas gracias por tu profunda reflexión. Ocultar la verdad, decir medias verdades o elaborar complejas fantasías sólo lleva a crear en los niños más dolor y confusión. Los padres en nuestro afán de proteger a nuestros hijos, en muchas ocasiones, acabamos causando más mal que bien.
Los niños son sabios y naturales y pueden asumir la verdad de la muerte. No debemos trasmitirles nuestros propios miedos y/o temores porque a la larga los heredaran y les perjudican.
UN fuerte abrazo Isolda, gracias por pasarte por nuestra casa.
Elena
Qué bonita reflexión Elena. Cuánta razón tienes en que los niños son sabios y capaces de entender con naturalidad lo que para nosotros resulta tan duro y dificil. Ya sabes que cuando murió mi madre, no es la misma situación pero fue también muy doloroso, Adrián supo desde el principio toda la verdad y es tan curioso lo bien que lo llevó. Lloró un poquito, hizo un dibujo, como Adriana, en el que pintó un cohete que le llevaria bombones a la yaya y listos. Son tan naturales, tan adaptables..... No dejan de impresionarme. Un fuerte abrazo hermana del corazón
ResponderEliminarUna clara explicación que vincula la experiencia con la información, es tan importante saber que hablar con los niños del tema será tan sanador para ellos como para nosotros.
ResponderEliminarDesde luego, como bien comentas, para los niños es sanador hablar de los procesos que está viviendo, entre ellos, el del duelo. Ellos también pueden y deben afrontar el fallecimiento de nuestros seres queridos.
ResponderEliminarSi les ocultamos la realidad y les encerramos en una burbuja emocional cargada de silencios y mentiras, esto repercutirá en su salud emocional futura.
Un abrazo y muchas gracias por tu comentario,
Elena